¿Cuál historia oficial? En México: Un paso difícil a la modernidad
(p. 379) dice que "al término de mi gobierno, sólo entregamos alrededor de
500 mil plazas en la burocracia, nivel muy reducido para un país con más de 90
millones de habitantes". Luego (mencionándome) desmiente a "algunos
[que] han hablado de varios millones de burócratas, aunque sin citar
fuentes". Me extraña que no conozca la fuente: Carlos Salinas de Gortari,
Sexto informe de gobierno 1994, Anexo estadístico, p. 37, tabla "Personal
ocupado en el sector público por actividad económica", cuyo primer renglón
(1980) da un total de 3.15 millones, cantidad que sube a 4.07 millones en 1992
(último renglón). ¿Cuáles son, entonces, los "datos duros" que me
exige para no "repetir los estereotipos de la historia oficial"?
¿Cuál es la verdadera historia oficial? ¿Medio millón o cuatro millones de
burócratas?
A pesar de que aclaré esto en su momento ("Por qué no habrá
empleos", Reforma, 30 de noviembre 2003), repite la mentira en su segundo
libro, con la misma cara dura con que dijo: "Ni los veo ni los oigo".
En ambos libros y en el artículo insiste en lavarse las manos por el desastre
económico que dejó. Según él, todo fue culpa del presidente Zedillo (sin
reconocer, cuando menos, que se equivocó al designarlo). Y recurre al sambenito
de la frase "el error de diciembre" que inventó para quemarlo. Pero
la crisis cambiaria con que arrancó el sexenio de Zedillo fue el estallido de
errores acumulados en el sexenio de Salinas. Sin duda, el efímero secretario de
Hacienda de Zedillo manejó ineptamente el cohete que le dejaron. Pudo haber
hecho malabarismos para que el estallido se retrasara unas semanas, quizá unos
meses. Pero la decepción y desconfianza ante los cuentos de hadas salinistas
iba a estallar de cualquier manera.
El peligro fue señalado desde principios del sexenio salinista por
Anne Krueger (The Mexican program of trade and exchange rate reforms, 1989),
que llegó a ser la número dos del FMI, y en un trabajo posterior (Nominal
anchor exchange rate policies as a domestic distortion, 1997) dice que lo más
notable de la crisis de 1994 fue que no hubiera estallado antes (pág. 29).
Para fines del sexenio, el error de Salinas ya estaba en los
libros de texto como un ejemplo de lo que no hay que hacer. En Macroeconomics,
sexta edición (pp. 608-609), Rudi Dornbusch y Stanley Fischer explican a los
estudiantes cómo se produjo la crisis mexicana de 1982 y cómo en 1992
"muchos observadores estaban conscientes de qué destructivo sería repetir
el ciclo". Pero en México se arguía que el déficit reflejaba una fuerte
inversión que generaría los ingresos necesarios para pagar los préstamos.
"Según este esquema, en unos pocos años el déficit en cuenta corriente se
reduciría, y mientras tanto era financiable sin mayores riesgos. Una bonita
explicación, ¿por cuánto tiempo?". En la novena edición (p. 506) añaden:
Intencionalmente, hemos dejado lo anterior sin cambios, fuera de subrayar la
frase "A good story, but for how long?". Según nuestras notas, fue
escrita el 14 de octubre de 1992. La crisis de 1994 "era predecible y fue
predicha" (was both predictable and predicted).
Sebastián Edwards y Moisés Naím compilaron un libro sobre la
crisis (Mexico 1994: Anatomy of an emerging-market crash). Son de especial
interés las opiniones de Rudi Dornbusch (que trabajó como asesor en el equipo
de Salinas), Robert L. Bartley (editor de The Wall Street Journal y amigo de
Salinas) y Francisco Gil-Díaz (subsecretario de Salinas).
Para Dornbusch (pp. 125-140), "La responsabilidad es
totalmente (squarely) del ex presidente Carlos Salinas y su obsesiva
preocupación por la inflación". "La depreciación cambiaria se mantuvo
muy por debajo de la inflación; lo cual ayudaba a frenar la inflación, pero
significaba una posición comercial cada vez menos competitiva". "En
1993, una devaluación era posible; y ciertamente el presidente Salinas
consideró esa opción en la primavera de ese año (o al menos así lo dijo en privado)".
Pero se confió, y ya venían las elecciones de 1994. "Las reservas bajaron
hasta niveles inmanejables, las deudas se dolarizaron, los vencimientos se
acortaron. Había que seguir tocando la música para que nadie se diera cuenta
del emperador que está desnudo. Naturalmente, todas las medidas que trataron de
prolongar un año más una estrategia moribunda ayudan a entender la severidad de
la crisis que siguió" (p. 131).
Para Bartley (pp. 141-163): "La emisión de tesobonos resultó
un error desastroso". Pagaban menos que los cetes pero estaban
garantizados en dólares [para inspirar confianza]. "Una gran cantidad de
la deuda en cetes [pesos] fue desplazada por los tesobonos [dolarizados]. La
deuda en tesobonos subió de 3.1 millardos de dólares a fines de marzo a 29.2
antes de la devaluación de diciembre". "Al presidente Zedillo -hay
que subrayarlo- le dieron una mano de naipes pésima (was dealt an exceedingly
bad hand)".
Para Francisco Gil-Díaz y Agustín Carstens (pp. 165-200), que en
el sexenio de Zedillo fueron altos funcionarios del Banco de México: "La
banca fue privatizada a las carreras, y en muchos casos sin el debido respeto a
los criterios de selección adecuada (fit and proper) de los nuevos accionistas
y principales ejecutivos". "Se eliminó el encaje bancario" [que
dejó todo el crédito en manos de los nuevos banqueros sin experiencia, sin
control de la banca central y con una extraordinaria cantidad de dinero para
prestar equivocadamente]". "La capacidad de supervisar la banca era débil,
y quedó rebasada por el crecido portafolio de los bancos". "México no
tenía burós de crédito eficientes". "Hubo una expansión fenomenal del
crédito dado por la banca de desarrollo". "Se permitió que los
extranjeros compraran instrumentos domésticos de corto plazo" [la entrada
sin control de capitales golondrinos, que a la menor inquietud se van].
"Se emitieron tesobonos a corto plazo en pesos indexados al dólar desde
fines de 1991".
El informe de la comisión que cita Salinas no está centrado en
Zedillo, sino en el desastre bancario. Salinas prefiere no citar que los
senadores lo acusan de haber privatizado la banca discrecionalmente, sin haber
hecho una subasta pública (p. 42) y señalan que en noviembre de 1994, antes de
que tomara posesión Zedillo, el saldo de tesobonos ya había subido a 16,110
millones de dólares (p. 45), quintuplicando la cantidad de marzo.
La administración de la verdad en el sexenio de Salinas alcanzó
una rara perfección. Anunció para su sexenio la recuperación del legendario
"desarrollo estabilizador": un crecimiento cercano al 6% y una
inflación reducida al nivel internacional (Plan Nacional de Desarrollo
1989-1994, p. 56). Multiplicó las declaraciones optimistas y tranquilizadoras.
Su renegociación de la deuda externa en 1989 fue una buena cosa, pero la
presentó en televisión como una hazaña digna del fervor patrio: México resurgía
cantando el himno nacional, mientras ondeaba el pabellón tricolor. A un costo
de muchos millones, produjo nuevos libros de texto de la historia oficial que
se enseña a los niños, donde México, a través de los siglos, había llegado a su
punto culminante en la gloriosa era salinista.
El Grupo Compacto de Salinas discutía en privado, pero una vez
adoptada una línea formaba un bloque sin fisuras y procuraba que su decisión se
impusiera como la verdad: no hay más línea que la nuestra. Víctor L. Urquidi me
contó que, en repetidas ocasiones, privadamente le advirtió al gobernador del
Banco de México qué peligrosa era la política monetaria que estaban siguiendo,
pero fue ignorado olímpicamente. Lo que no me contó fue que al manifestar lo
mismo como expositor invitado por el Centro de Investigaciones Econométricas de
México, un funcionario del Banco lo vituperó con una falta de respeto que
escandalizó a todos. Naturalmente, si algún empresario se atrevía a decir que
el peso estaba sobrevaluado, recibía un sofocón. Si el boletín de una casa de
bolsa manifestaba alguna duda, los dueños recibían una llamada. Y, si alguien
recordaba que ahí estaba todavía la pobreza, era descalificado: "La
pobreza es un mito genial". Todos los problemas habían sido resueltos.
México era ya un país del Primer Mundo.
Las mentiras se presentaban con tanta seguridad y un aire tan profesional que muchos se las creían. Por ejemplo, la mentira de que la deuda externa había bajado en proporción al PIB. Para entender el tejemaneje de este caso admirable de How to lie with statistics, hay que recordar que la deuda externa está denominada en dólares y el PIB en pesos. Para dividir la deuda entre el PIB, hay que convertir la deuda a pesos o el PIB a dólares. ¿Pero con cuál tipo de cambio? Si el peso se sobrevalúa, resulta que el PIB "crece" (en dólares), aunque la producción real no haya crecido; y así parece que la deuda se reduce en proporción al PIB. Por eso, la proporción disminuyó maravillosamente, aunque, de hecho, la deuda externa total estaba creciendo más que el PIB. En el sexenio, el PIB creció 18% y la deuda externa total 38%. El cuento de hadas era un cuento.
Los años de aquel PRI fueron un festín de cuentas alegres que
ocultaba el derrumbe. Se entiende que el PRI de hoy (deseoso de ser visto como
una nueva opción) no quiera cargar con ese costo político, y haga como que
Salinas sigue en Irlanda, haciendo estudios profundos en la Gaceta del Senado.
Ni lo ve ni lo oye.
Autor: Fidel Delgado Guitarrez
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